Oren invita a cenar a Thomas luego de saborear un manjar del joven pastelero de Berlín. Es esa deliciosa selva negra, que aún permanece en su boca, la que lo anima.
Poco a poco Anat se afirma en sus convicciones cuando los pasteles y tortas de Thomas la asoman al placer, dejando atrás la fatal confesión de su esposo.
La madre de Oran adivina en el joven berlinés a su hijo y se acerca a Thomas con sus platos hebreos. Su amor por la comida la lleva a ver la profunda emotividad de Thomas y confirmar los sentimientos que atravesaban a Oren.
Al igual que aquella deliciosa El festín de Babette (del danés Gabriel Axel), El repostero de Berlín nos deja boquiabiertos ante tanta belleza sutil, tentadora y serena.
La gastronomía es un mundo fascinante que nos abre a la vida, nos deleita y nos invita a compartir a la vez que se la disfruta íntima y secreta. Eso parece sucederle al pastelero alemán que se deja llevar por la vehemencia de Oren y la pasión que despierta en Anat.
Thomas, de una sensibilidad exquisita, parece mostrarse como testigo de su propia historia y de la de los otros. Sin embargo, él también se ve transformado por los sentimientos que ha generado y las emociones que lo embargan...